elempresario.com 1/12/2017

En el mundo de hoy, las personas pasamos más de un tercio de nuestras vidas en el trabajo. Y eso solamente en el mejor de los casos. Por ello, es de vital importancia que seamos capaces de alcanzar un grado de bienestar óptimo en este ámbito para así, disfrutar de una vida plena.

Además, es cierto que las personas que están satisfechas y felices con su trabajo tienen un nivel de productividad mucho mayor que las personas que no lo están.

Pero la realidad es que la mayoría de las personas no están satisfechas con su trabajo. Cada semana llegan a mi consulta personas que están inmersas en un proceso de ‘burnout’. En estos casos, las principales consecuencias son la desmotivación, el aumento de dejar el puesto de trabajo, disminución de la productividad y de la calidad del trabajo, un progresivo deterioro de las relaciones sociales en este ámbito (en los casos más graves también fuera de él), baja implicación con la empresa, desmoralización y un aumento del absentismo.

Los estudios que se han hecho con personas felices coinciden en que una de las variables más importantes a la hora de explicar el bienestar de estas personas es la calidad de las relaciones sociales. Por ello es muy importante que, en nuestro ambiente laboral, seamos capaces de establecer vínculos afectivos con nuestros compañeros de trabajo. En realidad, no hace falta que lleguemos a ser los mejores amigos de nuestros compañeros, pero sí tener una relación cordial en la cual la comunicación fluya.

Las relaciones sociales nos ayudan a gestionar mejor la ansiedad y el estrés. Estas emociones, por desgracia, suelen estar asociadas a nuestro puesto de trabajo.

Otro factor muy importante a la hora de sentirse pleno en el trabajo que desempeñamos es sentir que somos útiles y que se nos valora correctamente. Esta autopercepción está directamente relacionada con nuestro autoconcepto y nuestra autoestima. Desgraciadamente, la mayoría de las personas se sienten insatisfechas con su puesto laboral. Muchos de ellos sienten que no están desarrollando su potencial y que podían aportar mucho más.

Tener objetivos claros y realistas, y saber exactamente qué responsabilidades tenemos, nos ayuda a percibir control respecto a nuestro desempeño laboral. La percepción de poco control nos suele llevar a situaciones de estrés o indefensión, en las que sentimos que hagamos lo que hagamos nunca es suficiente. Lamentablemente este suele ser el principio del ‘burnout’.

También es importante que sepamos cuándo estamos haciendo las cosas de forma correcta. En muchos casos nos encontramos realmente perdidos y no percibimos ningún control sobre la calidad de nuestro trabajo. Por eso siempre es buena idea que tengamos feedback sobre lo que vamos haciendo.

Por supuesto contar con cierta autonomía en nuestro puesto de trabajo nos ayuda generar emociones relacionadas con el bienestar. Percibir que podemos tomar decisiones importantes nos mantiene implicados con la empresa y con las tareas que realizamos cada día.

Por otro lado, la variedad en las tareas a realizar nos ayuda a mantener la concentración y evita que nos quememos en el trabajo. La atención sostenida humana dura entre 30 minutos y una hora, por ello es conveniente que podamos cambiar de tarea. De lo contrario comienzan los errores, y por supuesto las emociones relacionadas con el aburrimiento, estrés, ansiedad, tristeza o ira.

 

Cada día más empresas se dan cuenta de la importancia de cuidar la salud mental de sus empleados e invierten en ello. Al final son ellos los que nos ayudan a que las cosas sigan saliendo bien.